La vida está llena de éxitos y fracasos. Los primeros te hacen bien, te suben a la cima de la montaña de las dificultades y te hacen invencible, fuerte, capaz. Eso da alegría. Pero, qué pasa con los fracasos? No son acaso ellos los que nos enseñan nuestras debilidades? No es acaso después que nos caemos cuando nos paramos más fuertes? Es así. El fracaso tiene dos caras. La buena y la mala. Es interesante… cuando caemos sólo vemos la cara mala del asunto, lo pesimista. Nos embarga un sentimiento oscuro de rabia, impotencia y pena que nos impide pensar. Así, con la mente y corazón nublados, no podemos ver “más allá”.
Con los años se aprende, es verdad. Pero más se aprende con la experiencia de caer y levantarse, que simplemente vivir sin cometer errores. Entonces, para qué amargarse el día o castigarse por un error o falta cometida. Eso no construye: es “cero aporte”. Mejor no gastes cerebro en pensar en la destrucción del enemigo y usa tu tiempo en crecer, levantarte y producir.
Con los años se aprende, es verdad. Pero más se aprende con la experiencia de caer y levantarse, que simplemente vivir sin cometer errores. Entonces, para qué amargarse el día o castigarse por un error o falta cometida. Eso no construye: es “cero aporte”. Mejor no gastes cerebro en pensar en la destrucción del enemigo y usa tu tiempo en crecer, levantarte y producir.
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