La pared celeste

Con un rap ordinario de fondo, entrelazado con ruidos hidraéreos, sonaba la playlist de música clásica para dormir. Empezaba el sábado, y ya había limpiado 2 potos con caca, alimentado al perro, Los Gatos, a los niños y había tomado desayuno. Todo por inercia. Yo no quería despertar aún. Perdí las ganas de hacer cosas, y pasaría todo el día tirada en un sillón o en la cama viendo tele, vos que ya es rara; o escuchando música. Sin correr, sin jugar pelota, sin volley, sin tejer, sin pintar, sin leer ni estudiar. Sin querer salir de mi misma. Sin hablar. Sin escuchar seres desagradables y sobretodo, sin pensar. Se suma el canto de un pájaro, y el sol invita a mirar plantas en vez de la vacía pared de mi pieza. Esa pared celeste como el cielo, la pared más perfecta del mundo. Me gusta mi pieza. Estaría aquí por siempre

Convicta número 26

Que increíble es el comportamiento humano.
Es posible pasar del amor al odio en minutos.
El poder que tiene la mente para dominar a la persona es enorme.
Cómo a los 35 años un hombre aún no puede lograr controlar sus impulsos?
Observo mi situación actual y suelto una carcajada (la primera del día), después de un día entero enojada con la vida. No puedo ir a mi concierto soñado, el que espero desde marzo. No puedo ir a la gira de volleyball, el único deporte que amo. Tengo que rogar para que el papá cuide a sus hijos, ya que cualquier salida mía de la casa es potencial “webeo”, cómo dice Jorge vulgarmente.
Ante innumerables veces de solicitud de mediación, que con la sola palabra se corta la comunicación,  decide ir al juzgado. Qué increíble el comportamiento de un humano celópata con rasgos violentos, que ya me ha amenazado y que me insulta cada vez que se enoja, tratándome como una cualquiera.
Qué diría su padre si supiera cómo trata a la madre de sus hijos.
Qué dirían sus hermanas, si supieran eso que no se ve de la relación.
Qué dirían sus amigos.
Lo que me apena no es faltar, una vez más, a una actividad fuera de la casa (no puedo traer a Roger Waters a cantar a mi casa, cómo he tenido que traer a amigas, vecinas y compañeros); lo que me apena es que Jorge haga partícipe de esto a los niños, traspasando esto. Ellos no quieren que yo salga de la casa tampoco. Me siento prisionera sin esposas. Prisionera sin esposo.
Prisionera sin prisión.

Lo que encontré...
Justo ahora.

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Otra vez escuchando estopa, con dolor de cabeza gracias al que aportó el cromosoma Y a los niños y aburrida (aunque piense que aburrirse es de tontos). No tengo ganas de estar en el trabajo (pero me da igual), no sé si quiero llegar a la casa (los niños no me pescan metidos en sus juegos electrónicos), me gustaría estar tirada en la playa mirando el cielo o quizás en ninguna parte. Dormida. Idealmente sin soñar.