@larraincl

12 de noviembre de 2018

Convicta número 26

Que increíble es el comportamiento humano.
Es posible pasar del amor al odio en minutos.
El poder que tiene la mente para dominar a la persona es enorme.
Cómo a los 35 años un hombre aún no puede lograr controlar sus impulsos?
Observo mi situación actual y suelto una carcajada (la primera del día), después de un día entero enojada con la vida. No puedo ir a mi concierto soñado, el que espero desde marzo. No puedo ir a la gira de volleyball, el único deporte que amo. Tengo que rogar para que el papá cuide a sus hijos, ya que cualquier salida mía de la casa es potencial “webeo”, cómo dice Jorge vulgarmente.
Ante innumerables veces de solicitud de mediación, que con la sola palabra se corta la comunicación,  decide ir al juzgado. Qué increíble el comportamiento de un humano celópata con rasgos violentos, que ya me ha amenazado y que me insulta cada vez que se enoja, tratándome como una cualquiera.
Qué diría su padre si supiera cómo trata a la madre de sus hijos.
Qué dirían sus hermanas, si supieran eso que no se ve de la relación.
Qué dirían sus amigos.
Lo que me apena no es faltar, una vez más, a una actividad fuera de la casa (no puedo traer a Roger Waters a cantar a mi casa, cómo he tenido que traer a amigas, vecinas y compañeros); lo que me apena es que Jorge haga partícipe de esto a los niños, traspasando esto. Ellos no quieren que yo salga de la casa tampoco. Me siento prisionera sin esposas. Prisionera sin esposo.
Prisionera sin prisión.