Y en el ocio de esperar el sueño que ya tienes y sin el afán de desobeceder las "leyes" de la naturaleza me encuentro. Frente a la pantalla tratando de escribir algo de esta realidad, de este presente continuo y perpetuo en el que me encuentro. Con poco pasado y sin futuro. Quién ha caminado sobre hielo disfrutará rompiendo hojas en otoño, quien ha respirado el hielo y sus manos moradas le han dolido tanto, sabe disfrutar del calor humano. Dormirse en un abrazo y llorar sin temor. Sin ocultar nada, en la sincera tristeza y el más puro goce. Con tu mano sintiendo el corazón de un otro desinteresado y respirando en su cuello el olor de la esperanza.
Cuando en tu garganta se asienta esa sensación ingrata de melancolía, el agua se torna amarga y su frescura fugaz. Te levantas porque hay que hacerlo y te acuestas cuando no aguantas el dolor de espalda.
Tal vez es necesario este momento y algo crece aquí en mi pecho. No dejo de evadir el análisis y me sorprende la capacidad para dejar para otro día cosas para algunos fundamentales.
Dan ganas de escapar cuando te caes en la cobardía, y eso de la frente en alto y vista en frente te da igual. Sabes que causas "ese efecto" y desearías usar mejor los dones que te tocaron. Cuesta darse cuenta que eso que quiero y lo que necesito, a veces son opuestos.
