Tenía la necesidad de “no estar”. De no ser interrumpida mientras hago nada. Hoy apagué el celular y dejé en silencio el teléfono de la casa. No trabajo los lunes. Por poco no me levanto hoy.
Me he sentido algo rara, como sin sentido. Hace unos tres días volví a tomar los remedios (suspendidos una semana por el viaje a Punta Arenas), más bien por petición de mi Padre. Es lo lógico. O al menos eso es lo inteligente.
Eran las ocho de la mañana, Jorge se había ido a trabajar y quedé despierta y sin ganas de nada. Pensé: “no quiero levantarme más… no tengo hambre, que raro”. Puse el celular el perfil de vuelo y sin mucho esfuerzo me dormí. Desperté un par de veces, tranquila, como en otro mundo, pero aquí mismo. La Sofía me acompañaba incondicionalmente. Había vomitado tres veces y me quería a pesar de todo.
A las 12:30, me levanté sin razón. Sin hambre comí algo, ordené la pieza y me puse a bailar. La danza es como un respiro del alma, donde el cuerpo habla y la cabeza descansa. Fue el día de “no estar”, pero la Cata tiene freepass. Lo cual es bueno, porque indica que no estoy tan mal. Ella sabe que no contesto los teléfonos y no abro la puerta. (La Cata es la mamá de la Paloma, mi amiga, y también una pepa grilla. Ella sabe lo que está mal. Es una buena persona. Ella tiene llave de mi casa.)
Pasé todo el día intentando hacer algo. El problema fue que nunca supe qué. Había recuperado las ganas de hacer cosas, pero faltaba intención. Quería leer El Caballo de Troya, no estaba en la librería. Establecí tiempo de lectura no médica y médica, de danza, de escritura, gimnasia y trabajo. Algún orden en las comidas y un dejo de flexibilidad en el sueño.
Leer es una puerta. Al pasar por ahí mi creatividad crece. Y ella es muy necesaria.
Hoy necesitaba una salida. Quería estar sola. Necesitaba inventar algo...